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CICLO DE CONFERENCIAS - "La pedagogía antroposófica y sus condiciones previas"

CLO DE CONFERENCIAS " La pedagogía antroposófica y sus condicioses previas" R.

Steiner.

Contenido rastreado y traducido por Cristina Tesserin


LA PEDAGOGÍA ANTROPOSÓFICA Y SUS CONDICIONES PREVIAS Conferencia I

LA PEDAGOGÍA ANTROPOSÓFICA Y SUS CONDICIONES PREVIAS Rudolf Steiner GA 309 Conferencia I NUEVA EDUCACIÓN Y EL SER HUMANO COMPLETO Berna, 13-IV-1924 Aquí en Berna, les he hablado a menudo acerca de la Antroposofía en general. Y es un placer especial poder hablar ahora desde el espíritu de la Antroposofía sobre la educación, la esfera de la vida que debe estar más cerca al corazón humano. Debemos desarrollar un arte de la educación que pueda sacarnos del caos social en el que hemos caído durante los últimos años y décadas. Nuestras posibilidades de superar este caos son muy escasas. De hecho, puedo sentirme tentado de decir que no se puede escapar de este caos a menos que se encuentre una manera de llevar la espiritualidad a las almas humanas a través de la educación, para que los seres humanos puedan progresar y promover la evolución de la civilización a partir del espíritu mismo. Nos sentimos confiados de que esta es la manera correcta de proceder, porque en nuestros corazones sabemos que el mundo está creado desde el espíritu y surge del espíritu. La creación humana sólo será fructífera cuando brote de la fuente del espíritu mismo. Para lograr tal creación fructífera del espíritu, las personas deben ser educadas y deben recibir la enseñanza desde el espíritu. Creo que, la Antroposofía tiene mucho que decir acerca de la naturaleza de la educación y de la enseñanza, por lo tanto, me da mucha satisfacción poder presentar estas conferencias. Hay muchos individuos en el mundo que sienten la necesidad de un nuevo impulso en la educación y la enseñanza. Es cierto que durante el siglo XIX hubo varias ideas progresistas y se hizo mucho para promover la escolarización y la educación. Sin embargo, una tendencia reciente de nuestra civilización ha promovido que los individuos rara vez se pongan en contacto con su propia humanidad. Durante muchos siglos hemos registrado un progreso maravilloso en el ámbito de las ciencias naturales y en su tecnología resultante. También hemos visto como cierta visión del mundo se ha cristalizado gradualmente a partir de ese progreso científico. El mundo en su conjunto, que incluye al ser humano, parece ser visto exclusivamente en términos de lo que los sentidos nos dicen acerca de los fenómenos naturales y lo que el intelecto, que está relacionado con el cerebro, nos cuenta sobre el reino de los sentidos. Sin embargo, todo nuestro conocimiento recientemente adquirido sobre el mundo natural no nos lleva al ser humano, todavía no lo tenemos muy claro. Muchas personas consideran que esta es la situación: no tenemos suficiente preparación para reconocer que todavía estamos lejos de entender al ser humano, independientemente de todo lo que la era moderna nos ha proporcionado en términos de información sobre el mundo natural. Es probable que se sienta esta falta de preparación cuando intentamos comprender al ser humano en crecimiento, el niño. Percibimos una barrera entre el educador y el niño. La Antroposofía, que se basa en una comprensión real y completa del ser humano, escucha esta sincera apelación al formar hombres y mujeres como maestros; y los prepara para ingresar a la vida práctica de la escuela, a diferencia de lo establecido por las teorías sobre la educación. La educación antroposófica es realmente la vida práctica de la escuela, y nuestras conferencias deben proporcionar detalles prácticos sobre cómo abordar los diversos detalles de la enseñanza. Algo más debe ser tratado primero, porque si empezáramos hablando de detalles prácticos de esta manera, entonces no podría revelarse el espíritu que da origen a todo esto. Les pido me permitan amablemente hablar hoy de este espíritu de la educación antroposófica. Lo que tenemos que decir al respecto se basará en un conocimiento completo y verdaderamente penetrante del ser humano, la fuerza activa de la Antroposofía en la educación. El conocimiento penetrante del ser humano: ¿Qué significa esto para nosotros? Si se nos presenta un ser humano en crecimiento, un niño, no es suficiente  establecer ciertas reglas para enseñar y educar a este niño, cumplir simplemente con las reglas como se haría cuando se trata de un problema técnico. ¡Esto no conducirá a una buena enseñanza! Debemos encender un fuego de entusiasmo interior a nuestro trabajo; debemos tener impulsos que no se transmiten intelectualmente de maestro a niño de acuerdo a las reglas, sino que se transmiten íntimamente de educador a niño. Todo el ser de un educador debe estar trabajando, no  es suficiente ser una persona pensante; el sentir y el querer del educador deben desempeñar sus roles. Recientemente, el pensamiento y la cosmovisión de las ciencias naturales se han apoderado profundamente de las personas y más cerca de la médula de lo que les gusta pensar. Incluso aquellos no entrenados específicamente como científicos piensan, sienten y actúan científicamente. Esto no es aceptable para los maestros, ya que el pensamiento científico proporciona la comprensión de un solo miembro de todo el ser humano: el cuerpo físico o el cuerpo de los sentidos. Pero este es solo un miembro de todo el ser humano, y la Antroposofía nos muestra que cuando tenemos un conocimiento genuino del ser humano, vemos que el ser humano posee tres miembros claramente diferenciados: cuerpo físico, alma y espíritu. Vemos a todo el ser humano sólo cuando tenemos suficiente sabiduría y conocimiento para reconocer la verdadera naturaleza del alma tan claramente como reconocemos el cuerpo físico. También debemos ser capaces de reconocer el espíritu humano como un ser individual. Sin embargo, las conexiones entre el cuerpo, el alma y el espíritu en el niño no son las mismas que en el adulto; y es precisamente un aflojamiento de la conexión con el cuerpo físico que nos permite observar el alma y el espíritu del niño como la mayor maravilla del conocimiento y la vida práctica en la existencia humana. Miremos por un momento al niño pequeño y veamos cómo nace en el mundo. Estamos presenciando un proceso genuinamente mágico en acción. Vemos cómo el espíritu, que brota del ser más íntimo del niño pequeño, fluye hacia rasgos indefinidos, movimientos caóticos, y cada acción parece estar aún inconexa y desconectada. El orden y la forma entran en los ojos del niño, las expresiones faciales y los movimientos físicos, los rasgos del niño se vuelven cada vez más expresivos. El espíritu se manifiesta en los ojos y otras características, trabajando desde adentro hacia la superficie, el alma se manifiesta y impregna el cuerpo. Observando al niño en crecimiento con una actitud seria e imparcial vemos cómo se producen estas cosas; de esta manera podemos contemplar con reverencia las maravillas y enigmas de la existencia cósmica y humana. Cuando observamos de esta manera al niño en desarrollo, aprendemos a distinguir tres etapas claramente diferenciadas. La única razón por la que estas etapas no se distinguen generalmente es porque tal discernimiento depende de un conocimiento profundo e íntimo; y las personas de hoy en día, con sus conceptos científicos crudos, no se van a molestar en adquirir este tipo de conocimiento íntimo. El alma y el espíritu construyen el ‘segundo’ ser humano. El primer cambio significativo en la vida de un niño ocurre alrededor de los siete años, durante la  muda de los dientes. El proceso físico externo del cambio de dientes es en sí muy interesante. Primero tenemos los dientes de leche, luego los definitivos se abren paso cuando se caen los primeros. Una mirada superficial a este proceso no verá más allá del cambio real de los dientes. Pero cuando lo examinamos con mayor profundidad, a través de los medios que describiré más adelante en estas conferencias, descubrimos que esta transformación se puede observar en todo el cuerpo del niño, aunque más delicadamente que la muda de los dientes. El cambio de dientes es la expresión más física y básica de un proceso sutil que ocurre en todo el cuerpo. ¿Qué pasa realmente? Cualquiera puede ver cómo se desarrolla el organismo humano. Nos cortamos las uñas, el cabello y descubrimos que nuestra piel se descama. Esto demuestra cómo la sustancia física se desprende de la superficie, ya que se expulsa constantemente desde el interior. Este empuje interior que observamos durante el cambio de los dientes, está presente en todo el cuerpo humano. Un conocimiento más riguroso nos muestra que el niño expulsó gradualmente el cuerpo recibido por herencia, lo ha echado fuera. Los primeros dientes son forzados hacia afuera, y de la misma manera el cuerpo inicial del niño es expulsado. Con el cambio de dientes el niño se presenta ante nosotros con un cuerpo que se forma completamente de nuevo, en contraste con el cuerpo que tuvo al nacer. El cuerpo de nacimiento ha sido expulsado al igual que los primeros dientes, y se forma un nuevo cuerpo. ¿Cuál es la naturaleza de este proceso más íntimo? El primer cuerpo del niño fue heredado. Es el resultado de una colaboración entre el padre y la madre, por así decirlo, y se forma a partir de las condiciones físicas terrenales. Pero ¿Qué es este cuerpo físico? Es el modelo que la Tierra proporciona a la persona como modelo para su desarrollo verdadero como ser humano. El aspecto del alma y el espíritu del ser humano desciende de un reino de alma y espíritu donde vivió antes de la concepción y el nacimiento. Antes de convertirnos en seres terrenales con un cuerpo físico, todos éramos seres de alma y espíritu en un reino de alma y espíritu. Lo que nos dan nuestros padres a través de la sustancia física heredada se une en la vida embrionaria con lo que desciende del reino superior como alma y espíritu puros. El alma y el espíritu se apoderan del cuerpo físico, cuyo origen está en la corriente de herencia. Este cuerpo físico se convierte en su modelo, y en este modelo se forma un organismo humano completamente nuevo, mientras que el organismo heredado es expulsado. Por lo tanto, cuando consideramos a un niño entre el nacimiento y el cambio de dientes, podemos decir que la existencia del cuerpo físico se debe únicamente a la herencia. Otras dos fuerzas se combinan para trabajar en este cuerpo físico. La primera fuerza es la de aquellos elementos que el ser humano trajo consigo a la Tierra; la segunda es asimilada de la materia y sustancia de la Tierra misma. Tras la caída de dientes, el ser humano modela un segundo cuerpo distinto al cuerpo heredado, y ese segundo cuerpo es el producto del alma y del espíritu humanos. Habiendo llegado a tales conclusiones al observar al ser humano más íntimamente, naturalmente estaremos conscientes de las objeciones que pueden surgir; tales objeciones son obvias. Debemos preguntarnos: ¿Acaso no puede verse que a menudo una semejanza con los padres aparece después del cambio de dientes? El individuo sigue todavía sujeto a las leyes de la herencia, incluso después del cambio de dientes. Se podrían plantear una serie de objeciones similares. Consideremos sólo esta: tenemos un modelo que proviene de la corriente de la herencia. En este modelo, el alma y el espíritu desarrollan el segundo ser humano. Pero cuando se construye algo a partir de un modelo, no esperamos encontrar una disimilitud completa con el modelo; por lo tanto, debe quedar claro que el alma y el espíritu humanos utilizan la existencia del modelo para construir el segundo organismo humano a su semejanza. Sin embargo, cuando percibimos y reconocemos lo que realmente ocurre, descubrimos algo. Ciertos niños entran en su segundo organismo entre los nueve y los once años, y este segundo cuerpo es casi idéntico al organismo inicial heredado. En otros niños, podemos notar una disimilitud entre el primer organismo y el segundo, y es claro que algo muy diferente está abriéndose camino desde el centro de su ser. Existen muchas variaciones entre estos dos extremos. Mientras que el espíritu humano y el aspecto del alma desarrollan el segundo organismo, tratan de adaptarse al ser que traen consigo desde el reino del alma y el espíritu. De este modo surge un conflicto entre lo que se pretende construir como segundo organismo y lo que el primer organismo recibió por herencia. Dependiendo si el individuo tuvo una existencia espiritual y de alma más fuerte o más débil, podrá dar a su segundo organismo una forma individual que esté fuertemente impregnada con las fuerzas del alma, o,  de haber descendido del mundo espiritual con fuerzas más débiles, permanecerá lo más cerca posible del modelo. Consideren como debemos educar a los niños durante el primer período de la vida entre el nacimiento y el cambio de dientes. ¡Nos sentimos inspirados con gran reverencia cuando vemos cómo las fuerzas espirituales divinas descienden de los reinos suprasensibles! Las presenciamos trabajando diariamente y semanalmente, de mes en mes y año tras año, durante las primeras fases de la vida de los niños, y vemos cómo ese trabajo los lleva a formar un segundo cuerpo individual. A través de la educación participamos en esta obra de espíritu y alma en la existencia física humana, continuamos lo que comenzaron las fuerzas espirituales divinas. ¡Participamos en el trabajo divino! Estos asuntos requieren más que la comprensión estrictamente intelectual; ¡Todo el ser debe comprenderlos! De hecho, cuando nos encontramos cara a cara con las fuerzas creativas del mundo, podemos sentir la magnitud de nuestra tarea educativa, especialmente durante los primeros años. Pero me gustaría señalarles que la forma en que el alma y el espíritu entran en la obra de crear un segundo organismo humano nos muestra que, en el niño, la formación del cuerpo, la actividad del alma y la creación del espíritu son una unidad. Pase lo que pase mientras se forma un nuevo organismo y se expulsa el viejo, se requiere una unidad de espíritu, alma y cuerpo. En consecuencia, los niños se revelan de manera muy diferente ante los adultos. Podemos observar esto claramente en casos individuales. Como adultos, cuando comemos algo dulce, la lengua y el paladar son los que perciben su dulzura; un poco más tarde, la experiencia de la dulzura cesa cuando la sustancia dulce ha entrado en otra parte del cuerpo. Como adultos, no la seguimos más lejos que con nuestro gusto. Esto es muy diferente para un niño, en el que el sabor impregna todo el organismo; los niños no degustan sólo con la lengua y el paladar, sino con todo el organismo. La dulzura se derrama por todo el organismo. ¡El niño completo es un órgano sensorial! En esencia, ¿Qué es un órgano sensorial? Consideremos el ojo humano. Los colores producen una impresión en el ojo. Si consideramos adecuadamente lo que implica la visión humana, se puede afirmar que la voluntad y la percepción son una misma en el ojo humano. Se involucra la superficie, la periferia del ser humano. Sin embargo, durante los primeros años de vida, entre el nacimiento y el cambio de dientes, tal actividad impregna todo el organismo, aunque de manera delicada. Todo el organismo del niño se ve a sí mismo como un órgano sensorial único que incluye todo. Esta es la razón por la que todas las impresiones del entorno afectan a los niños de manera muy diferente a como lo harían con el adulto. Una expresión del elemento del alma en el ser humano, el elemento de la moral humana, está ocurriendo en el medio ambiente, y esto se puede ver a simple vista. Subconscientemente, incluso de manera inconsciente, los niños tienen una capacidad delicada e íntima para percibir lo que se expresa en cada movimiento y acción de quienes les rodean. Si una persona colérica expresa furia en presencia de un niño y le permite verla de la manera inconsciente que describí, créanme que estamos muy equivocados al creer que el niño sólo puede ver la actividad externa. Los niños tienen una clara impresión de lo que está contenido dentro de estos actos morales, incluso cuando se trata de una impresión inconsciente. Las impresiones sensoriales del ojo también son inconscientes. Las impresiones que no son estrictamente sensoriales, sino expresiones de la vida moral y del alma, fluyen en el niño exactamente de la misma manera que los colores fluyen en el ojo, porque el organismo del niño es un único órgano sensorial. Este organismo, tiene una estructura tan delicada que la impresión lo impregna por completo. La primera impresión que un niño recibe de cualquier manifestación moral es una impresión del alma. Para un niño, sin embargo, el alma siempre trabaja en la naturaleza corporal. Ya sea el miedo o la alegría o el placer que experimenta en el medio ambiente, todo esto pasa, no crudamente, sino de una manera sutil y delicada, a los procesos de crecimiento, circulación y digestión. Los niños que viven en el terror constante de lo que les puede surgir como expresiones de furia y enojo de una persona colérica, experimentan algo en el alma que penetra inmediatamente en la respiración, la circulación de la sangre e incluso las actividades digestivas. Esto es tremendamente significativo. En la infancia no podemos hablar sólo de educación física, porque la educación del alma también significa educar al cuerpo. Todo en el elemento del alma se transforma en el cuerpo, se convierte en cuerpo. Nos daremos cuenta de la importancia de esto sólo cuando, a través del conocimiento genuino del ser humano, hagamos algo más que simplemente mirar a los niños e imprimirles ciertas máximas educativas, y en su lugar consideraremos toda la vida terrenal humana. ¡Esto es más difícil que simplemente observar a los niños! Podemos registrar observaciones relacionadas con la memoria, los poderes de pensamiento, las funciones sensoriales del ojo, el oído, etcétera, pero estos registros se realizan durante un momento o, a lo sumo, por un corto tiempo. Pero esto no ha ayudado de ninguna manera al conocimiento verdadero del ser humano como tal. Cuando miramos una planta, algo ya está contenido allí en la semilla que echa raíces y, después de un largo tiempo, aparecerá como flor y fruto. De manera similar, en los niños antes del cambio de dientes, cuando la naturaleza corporal es susceptible a las influencias del alma, hay semillas de felicidad e infelicidad, salud y enfermedad, que afectarán toda su vida hasta la muerte. Como maestros y educadores, cualquier cosa que permitamos que fluya en el niño durante su primera fase de la vida se incorporará a la sangre, la respiración y la digestión; es como una semilla que puede llegar a buen término sólo en forma de salud o enfermedad cuando él tenga cuarenta o cincuenta años. De hecho, es cierto que la forma en que los educadores actúan en presencia del niño pequeño crea predisposiciones para la felicidad o la infelicidad, la enfermedad o la salud. Esto es particularmente notable cuando observamos en detalle los efectos de los maestros en los niños, basados en eventos de la vida real. Estos fenómenos se pueden observar tan bien como los fenómenos de la botánica o la física en los laboratorios, pero rara vez paramos a verlos. Consideremos ejemplos individuales. Consideremos, la relación del maestro con un niño en la escuela. Consideremos el temperamento del maestro. Podemos saber que, debido al temperamento, un maestro colérico puede ser enérgico, pero también de mal genio y enojarse fácilmente. Un maestro melancólico puede ser el tipo de persona que se retrae en su yo, un introvertido que se ocupa de sí mismo y evita al mundo. Un maestro sanguíneo puede ser rápido para recibir impresiones externas, pasando de una impresión a otra. O bien, podemos encontrar una persona flemática que permite que las cosas se deslicen, alguien indiferente a todo, que no se vea afectado por las impresiones externas, que generalmente se deslizan sobre las cosas. Imaginemos por el momento que la escuela de formación de maestros no hizo nada para moderar estos temperamentos y preparar a los maestros para que funcionen bien en la vida escolar, que se les permitió una expresión plena y total sin restricciones. Imaginemos que, antes del cambio de dientes, el niño está expuesto a un temperamento colérico. Si un maestro o educador se desata con un temperamento de este tipo, afecta permanentemente el alma del niño, dejando su marca en el sistema circulatorio y todo lo que constituye la vida rítmica interna. Tales efectos inicialmente no penetran muy profundamente; en realidad, sólo están allí en la semilla, pero esta semilla crece y crece, como lo hacen todas las semillas. A veces ocurre que, a los cuarenta o cincuenta años de edad, los trastornos circulatorios del sistema rítmico aparecen como resultado directo del temperamento colérico no restringido de un maestro. De hecho, no educamos a los niños sólo para la infancia, sino para toda su existencia terrenal e incluso, como veremos más adelante, para el tiempo posterior. Imaginemos que se tienda a un sentimiento melancólico, ese temperamento en particular pertenece a alguien que no estuvo motivado durante la capacitación de maestros lo suficiente para lograr armonizarlo y encontrar una manera adecuada de canalizarlo para trabajar con niños. Tales maestros sucumben a su propia melancolía en sus interacciones. Al vivir, sentir y pensar en una melancolía interna, esa persona retiene continuamente lo que es preciso que fluya entre maestro y niño, es decir: el calor que a menudo falta en la educación, actúa primero como un calor anímico y luego se transfiere al cuerpo, principalmente al sistema digestivo. Esto empuja a la semilla hacia ciertas tendencias que aparecen más adelante en la vida como todo tipo de trastornos y enfermedades de la sangre. Consideremos a un flemático, una persona que es indiferente a las interacciones con el niño. Una relación muy peculiar surge entre ellos: no es exactamente frialdad, pero un elemento extremadamente acuoso se activa en el ámbito anímico entre el niño y ese maestro. La base no es lo suficientemente fuerte para la interacción correcta entre el alma del maestro y la del niño. El niño no está suficientemente motivado para la actividad interna. Si observamos a alguien que se desarrolló bajo la influencia de una persona flemática, y si seguimos el curso de la vida de esa persona hasta sus últimos años, a menudo notaremos una tendencia a la debilidad cerebral, mala circulación en el cerebro o una disminución de la actividad cerebral. Ahora veamos los efectos de las personas sanguíneas en el niño, aquellos que permiten que su naturaleza sanguínea se salga de control. Tales individuos responden fuertemente a cada impresión, pero las impresiones pasan rápidamente. Hay una vida interior, pero la propia naturaleza de la persona se mantiene en la superficialidad. Los niños no pueden mantenerse al día con un maestro así, que brinca de una impresión a otra sin lograr estimular al niño adecuadamente. Para despertar suficiente actividad interior en un niño, el maestro debe mantener amorosamente a ese niño en una impresión durante un cierto período de tiempo. Si observamos a un niño que ha crecido bajo la influencia de una naturaleza sanguínea descontrolada, vemos en la vida posterior que hay una falta de fuerza vital, una vida adulta que carece de fuerza y contenido. Si tenemos la capacidad de ver todo esto, y la educación depende de una capacidad de percepción sutil, reconocemos distintos tipos de personas en sus cuarenta o cincuenta años de vida, y podemos decir si una persona ha sido influenciada por el temperamento de un educador que era melancólico, flemático, colérico o sanguinario. Menciono estas cuestiones al presentar mis conferencias, no para dar instrucciones sobre cómo resolver estas situaciones al capacitar a los maestros, sino para mostrarles cómo las acciones destinadas a afectar la vida del alma del niño no sólo permanecen en el alma, sino que llegan al final a la naturaleza física. Educar la vida del alma de los niños significa educarlos para toda su vida terrenal, incluso en su naturaleza corporal. La Antroposofía es a menudo criticada por querer hablar tanto de espíritu como de alma. Hay muchos hoy en día que se vuelven muy críticos y antagónicos cada vez que escuchan la palabra espíritu, y se supone fácilmente que la Antroposofía es un tipo de fantasía. Se acusa a los antropósofos de reducir la realidad del mundo sensorial a una especie de vaga abstracción, pero aquellos que hablan racionalmente de cosas espirituales, deberían por naturaleza estar despreocupados con tal abstracción. De hecho, lo que la Antroposofía intenta en la educación es aplicar los principios correctos de educación corporal, ya que entendemos que, precisamente durante la primera etapa de la vida, toda la naturaleza física de un niño es influenciada por los impulsos del alma. Cualquier persona que intente conscientemente descubrir cómo toda la actividad física se basa fundamentalmente en el alma y el espíritu aún puede elegir ser materialista al trabajar en el desarrollo del niño entre el nacimiento y el cambio de dientes. La forma en que funciona la materia en un niño es contenida en una unidad de alma y espíritu. Nadie puede entender la materia en un niño a menos que el alma y el espíritu se encuentren saludables. De hecho, el alma y el espíritu se revelan en la apariencia externa de la materia. La capacidad de educar requiere un sentido de responsabilidad. Las consideraciones que les he presentado enérgicamente despiertan el sentido de responsabilidad del adulto como una cuestión de sincera preocupación. Si realizamos un trabajo educativo sabiendo qué afecta al niño pequeño y qué continuará durante toda la vida en forma de felicidad o infelicidad, salud o enfermedad, tal conocimiento inicialmente puede parecer una carga para el alma; pero también nos alentará a desarrollar fuerzas y capacidades y sobre todo, una actitud mental que sea lo suficientemente fuerte como para sembrar ‘semillas’ de alma en el niño pequeño que florecerán más tarde en la vida, incluso en la vejez. Este conocimiento del ser humano es lo que la Antroposofía presenta como base para el arte de la educación. No es simplemente el conocimiento de lo que encontramos en el ser humano en una sola etapa de su vida, en la infancia por ejemplo, es la contemplación de toda la vida terrenal humana. ¿Qué es una vida humana en la Tierra? Cuando vemos a una persona ante nosotros en un momento dado, podemos hablar de ver a un organismo, ya que cada detalle está en armonía con la conformación del todo. Para comprender mejor las conexiones internas de tamaño y forma en las partes individuales del organismo humano, cómo encajan, cómo se armonizan para formar una unidad y una multiplicidad, podemos observar, por ejemplo, el dedo meñique. Aunque sólo estoy mirando el dedo meñique, también tengo una idea de la forma del lóbulo de la oreja, ya que la forma del lóbulo de la oreja tiene una cierta conexión con la forma del dedo meñique, y lo mismo puedo hacer con todo. Tanto los miembros más pequeños como los más grandes del organismo humano reciben su forma del conjunto, y también están relacionados en forma con todos los demás miembros. Por consiguiente, no podemos entender un órgano en la cabeza a menos que lo veamos en relación y en armonía con un órgano en la pierna o el pie. Esto también aplica para el organismo espacial, el organismo extendido en el espacio. Además de tener un organismo espacial, el ser humano también tiene un organismo en el tiempo. Hemos visto que, dentro del organismo espacial, el lóbulo de la oreja recibe su forma del cuerpo como un todo, así como también de la forma del dedo meñique o de la rodilla, pero el organismo en el tiempo también debe ser considerado. La configuración del alma de una persona a los cincuenta años, la salud física o la enfermedad de la persona, la alegría o la depresión, la claridad o el embotamiento de la mente, está muy íntimamente relacionada con lo que estaba presente en su vida a los cuatro, siete o diez años de vida. Así como los miembros de un organismo espacial tienen cierta relación entre sí, los miembros de un organismo en el tiempo se separan entre sí por el tiempo mismo. Se puede afirmar que cuando tenemos cinco años, todo dentro de nosotros ya está en armonía con lo que seremos a los cuarenta. Por supuesto, se puede plantear una objeción trivial en el caso de una muerte prematura, pero no se fundamenta, ya que en este tipo de casos entran en juego otras consideraciones. Además, como organismo espacial, el ser humano también está organizado en el tiempo. Si alguna vez encontrara un dedo en algún lugar, tendría que haber sido separado muy recientemente del cuerpo para que siguiera pareciéndose a un dedo, pues muy pronto, ya no sería un dedo. Una extremidad separada del organismo pronto se contrae y deja de ser una extremidad humana. Un dedo separado del organismo humano no es un dedo en absoluto, nunca podría vivir separado del cuerpo, sino que se convierte en nada, y como no puede existir por sí sólo, no es real. Un dedo es real sólo cuando está unido al cuerpo físico entre el nacimiento y la muerte. Tales consideraciones dejan claro que, en toda nuestra enseñanza, debemos considerar el organismo en el tiempo. Imagínense lo que pasaría con el organismo espacial si se tratara de la manera en que las personas tratan a menudo su organismo temporal. Digamos que ponemos algo de sustancia en el estómago de un hombre, y esta destruye su cabeza. Imaginen que sólo nos dedicáramos a examinar el estómago del individuo sin nunca ver lo que sucedió con esta sustancia una vez que se dispersó en el organismo, hasta llegar finalmente a la cabeza. Para comprender el organismo humano, debemos examinar el proceso por el que pasa la sustancia en el estómago y también comprender qué significa esto para la cabeza. Al pasar del estómago a la cabeza, la sustancia debe alterarse y cambiar continuamente; debe ser flexible. Mirando al organismo en el tiempo, continuamente pecamos contra los niños. Les enseñamos a tener ideas claras y nítidas y a no sentirse satisfechos si sus ideas son flexibles y no están claramente definidas. Nuestro objetivo es enseñarles de tal manera que retengan en su mente lo aprendido, para que nos puedan repetir exactamente lo que les comunicamos. A menudo nos sentimos especialmente complacidos cuando un niño puede reproducir exactamente lo que le hemos enseñado varios años antes. Pero eso es como tener un par de zapatos hechos para un niño de tres años y esperar que los use cuando tenga diez. En realidad, nuestra tarea es dar al niño ideas vívidas y flexibles que puedan crecer en su alma de la misma manera que las extremidades físicas exteriores crecen en el cuerpo. Es mucho menos problemático darle definiciones de varias cosas para memorizar y retener, pero eso es como esperar que los zapatos de un niño de tres años se ajusten a un niño de diez.  Nosotros mismos debemos participar en las actividades interiores de las almas de los niños, sintiendo la alegría interior de poder ofrecerles algo que interiorizar de manera flexible y elástica. Al igual que sus extremidades físicas crecen, también pueden crecer sus ideas, sentimientos, impulsos, y pronto por si solos podrán hacer algo nuevo con lo que les transmitimos. Esto no puede suceder a menos que cultivemos nuestra propia alegría interior hacia el crecimiento y el cambio sin tener espacio para las ideas pedantes o claramente definidas. Sólo podemos utilizar las fuerzas activas que forman la vida, fuerzas de crecimiento y aumento. Los educadores que tienen aprecio por esta vida creciente y creativa ya han encontrado su relación con los niños, porque contienen vida dentro de sí mismos, y esa vida puede ser comunicada a los niños que la exijan. Esto es lo que más necesitamos de todo. Gran parte de lo que está muerto en nuestra pedagogía y sistemas educativos debe ser transformado en vida. Lo que necesitamos es un conocimiento del ser humano que no nos diga sólo que un individuo es de un modo u de otro. Necesitamos el conocimiento del ser humano que afecta a todo el ser humano, al igual que la nutrición física afecta a la sangre. La sangre circula en los seres humanos, y necesitamos conocimiento humano que también dé sangre a nuestras almas. Esto no sólo nos haría sensatos, inteligentes y hábiles, sino también entusiastas e interiormente flexibles, capaces de despertar el amor en nosotros mismos. Este es el arte de la educación que surge del verdadero conocimiento del ser humano, llevado por el amor. Estos han sido los cuestionamientos introductorios que quise presentar sobre las ideas esenciales que el arte de la educación debe obtener de la Antroposofía. En futuras conferencias veremos cómo se puede llevar a cabo el espíritu de la educación antroposófica en los detalles prácticos de la escuela.


LA PEDAGOGÍA ANTROPOSÓFICA Y SUS CONDICIONES PREVIAS

LA PEDAGOGÍA ANTROPOSÓFICA Y SUS CONDICIONES PREVIAS Rudolf Steiner GA 309 Conferencia II EL OBJETIVO DE LA EDUCACIÓN WALDORF Berna, 14-IV-1924 Has comprendido que la educación debe basarse en un conocimiento más íntimo del ser humano que él que se encuentra en las ciencias naturales, aunque en general se suponga que todo conocimiento debe estar basado en las ciencias naturales. Como hemos visto, la ciencia natural no puede acercarse ni siquiera a la realidad del ser humano, y no es de ayuda basar nuestro conocimiento en ella. El mundo está permeado por el espíritu, y el verdadero conocimiento del mundo también debe estar permeado por el espíritu. La Antroposofía transmite conocimiento espiritual del mundo y conocimiento espiritual del ser humano, sólo esto nos puede llevar a un verdadero arte de la educación. Pero no cometan el error, aunque sea fácil, de aquellos que se consideran a sí mismos antropósofos y que quieren establecer escuelas ‘antroposóficas’ que enseñen la Antroposofía como una cosmovisión en lugar de otras cosmovisiones contemporáneas, independientemente de que estas opiniones estén inspiradas más por intelecto que por el sentimiento. Es importante entender y reiterar que esta no es en absoluto nuestra intención. Lo que estamos examinando se refiere principalmente a cuestiones de método y de práctica de la enseñanza. Los hombres y mujeres que adhieren a la Antroposofía sienten, con justa razón, que el conocimiento del ser humano adquirido, puede establecer algunos principios prácticos para la forma en que tratamos a los niños. En la escuela Waldorf de Stuttgart hemos perseguido un arte de la educación basado en la Antroposofía durante muchos años; y siempre hemos dejado en claro al resto del mundo que la Antroposofía como tal nunca se enseñó allí. Los niños católicos romanos reciben instrucción religiosa de un sacerdote y los niños protestantes de un pastor protestante. Sólo aquellos niños cuyos padres lo solicitan específicamente reciben lecciones de espiritualidad que implican una instrucción espiritual más libre basada en la Antroposofía. Por lo tanto, nuestra propia cosmovisión antroposófica como tal no tiene realmente ningún lugar en el trabajo escolar. Además, me gustaría señalar que el verdadero propósito y objetivo de la educación antroposófica no es establecer tantas escuelas como sea posible. Naturalmente, se necesitan algunas escuelas modelo, donde los métodos se practiquen a detalle; en nuestro tiempo hay una necesidad imperante de tales escuelas. Nuestro objetivo es permitir que cada maestro traiga los frutos de la Antroposofía a su trabajo, sin importar dónde esté enseñando o la naturaleza del tema. No existe intención de utilizar la pedagogía antroposófica para iniciar revoluciones, ni siquiera silenciosas, en las instituciones establecidas. Nuestra tarea es poner en practica una enseñanza que brota de nuestro conocimiento antroposófico de la humanidad. Necesitamos obtener la observación más íntima del ser humano, escarbar más de lo que se acostumbra hoy en día. Existen áreas en donde las personas están aprendiendo un tipo muy exacto de observación, especialmente en lo que respecta a la observación visual; usando un telescopio para observar las estrellas por ejemplo, haciendo relevamientos topográficos, y explorando otros ámbitos del conocimiento. De este sentido para la observación exacta surge la matemática. Debido a la mentalidad científica que ha gobernado durante los últimos tres siglos, en ninguna parte de la civilización contemporánea encontramos un tipo de observación íntima que pueda apreciar los cambios finos y delicados del alma humana o su organización. En consecuencia, la gente tiene poco que decir sobre los cambios importantes que ocurren en la organización física del niño, como los que suceden durante el cambio de dientes, la pubertad y nuevamente después de los veinte años. Las transiciones que tienen gran importancia en términos de educación,como el período entre el cambio de dientes y la pubertad, terminan simplemente siendo ignoradas. Estos cambios se llegan a mencionar, es cierto, pero sólo en la medida en que afectan al cuerpo físico del niño o se expresan en la dependencia más superficial del alma. ¡Esto requiere observaciones mucho más delicadas! La Antroposofía comienza por mirar al mundo como una expresión de fuerzas espirituales, que rara vez se reconoce hoy en día; proporciona ejercicios que entrenan el alma del individuo para adquirir una visión directa del mundo espiritual. Hay educadores cuyo destino aún no los ha llevado al punto de poder ver los hechos espirituales por sí mismos, pero la Antroposofía tiene tanto poder que el simple hecho de practicar los ejercicios  ayuda a lograr una observación mucho más detallada e íntima del ser humano. Después de todo, debemos recordar que nuestra alma y nuestro espíritu son las partes de nosotros que descienden de una existencia pre‑terrenal y se unen con el cuerpo físico heredado. La investigación espiritual depende de esta parte superior y suprasensible de nosotros, tenemos ojos y oídos suprasensibles. Estos órganos del alma son como los ojos y oídos de nuestro cuerpo físico, nos llevan a ciertas percepciones independientemente del cuerpo. Mientras un individuo duerme está inconsciente, se encuentra en una condición similar a la que se necesita para la investigación espiritual. Cuando  dormimos, el alma y el espíritu humanos abandonan el cuerpo físico y vuelven a ingresar cuando la persona se despierta. Mientras estén despiertas, las personas usan sus ojos y oídos y mueven sus miembros, y las fuerzas para esto provienen de los aspectos del alma y del espíritu del ser humano. El conocimiento genuino de la naturaleza, que aún no existe, también muestra que mientras las personas están despierta, sus acciones físicas son controladas por el alma y el espíritu, y que el sueño es sólo una interrupción de esta actividad. Una vez más, la diferencia es demasiado sutil para ser percibida por los métodos científicos modernos en los que se basa la educación de hoy en día, incluso cuando se dirige a los primeros años de la infancia. Una persona dormida está completamente entregada a las actividades del organismo a las que también están sujetos las plantas y los minerales. La Antroposofía o Ciencia Espiritual, lucha por la precisión y la exactitud, y no sería apropiado, por supuesto, decir que mientras una persona duerme es una planta. En el ser humano, las sustancias minerales y vegetales se han elevado al nivel de lo animal y lo humano. La organización humana no es como la de una planta, ya que una planta no tiene músculos ni nervios, y el humano, por supuesto, tiene ambos: músculos y nervios, incluso cuando está dormido. Lo más importante, sin embargo,es que la función vegetativa de la planta no tiene nada que ver con los nervios y los músculos, y que es diferente del ser humano. La actividad de un individuo se relaciona con los músculos y los nervios, y por lo tanto, trasciende lo físico; incluso la actividad del sueño humano no es meramente vegetativa. En cierto sentido, esto se aplica también a los animales, pero no podemos abordar este asunto ahora. Se puede afirmar que los impulsos coinciden, tanto en la planta que en el ser humano dormido, no obstante, ocurre algo distinto en una persona dormida. Si lo pensamos de esta manera, podemos lograr comprender este proceso: cuando estamos despiertos, el alma y el espíritu se integran al organismo humano. El alma y el espíritu,tienen también cierta similitud con el Cosmos, con el Universo, pero sólo es una similitud. Una observación cuidadosa del desarrollo de las plantas nos mostrará que en primavera, cuando la nieve se ha derretido, estas brotan de la tierra y se despliegan. Hasta ahora, el crecimiento de las plantas estaba controlado por las fuerzas del Sol dentro de la Tierra, o la luz solar almacenada desde el año anterior. En primavera, las plantas son liberadas, por así decirlo, por estas fuerzas terrenales del Sol y, cuando surgen del suelo, son recibidas por la luz solar exterior y guiadas durante el verano hasta que las semillas maduran. El crecimiento de las plantas se entrega nuevamente a la Tierra. A lo largo del verano, las fuerzas del Sol descienden gradualmente hacia la Tierra para ser almacenadas allí; la Tierra entonces, siempre está permeada por las fuerzas acumuladas del Sol. Sólo debemos recordar que hace millones de años las fuerzas del Sol brillaron en las plantas, que luego se convirtieron en carbón dentro de la Tierra, y por lo tanto, es la luz solar en realidad la que ahora se quema en nuestras estufas. Del mismo modo, las fuerzas del Sol se conservan en la Tierra de verano a verano, aunque por un tiempo mucho más corto. A lo largo del invierno, las plantas absorben las fuerzas del Sol que se encuentran en la tierra, y durante el verano, el Sol vierte sus rayos directamente desde el Cosmos. Así que existe un ritmo en la vida de las plantas: las fuerzas terrenales del Sol, las fuerzas cósmicas del Sol, las fuerzas terrenales del Sol, las fuerzas cósmicas del Sol, y así sucesivamente. La vida vegetal sigue su ritmo como el péndulo de un reloj. Ahora volvamos al ser humano. Cuando dormimos, abandonamos en nuestro cuerpo todo lo que es de naturaleza mineral y vegetal, aunque, como hemos visto, la naturaleza vegetal en el ser humano, en contraste con la planta, se organiza de modo que el alma y el espíritu puedan convivir en nuestro interior. Lo que queda atrás en el sueño está entonces totalmente rendido a su propia actividad de planta; comienza a florecer y brotar, y cuando vamos a dormir tenemos realmente la primavera dentro de nosotros. Cuando despertamos, las fuerzas de la planta son rechazadas, y se convierten en otoño en nuestro interior. Cuando el alma y el espíritu se levantan al despertar, el otoño entra en nosotros. Viendo las cosas desde el exterior, se acostumbra a decir que despertarse es como la primavera y dormir es como el otoño. Sin embargo, esto no es cierto. La genuina percepción espiritual de la naturaleza humana muestra que durante los primeros momentos de sueño, la vida primaveral brota y florece en nosotros, y cuando despertamos, el otoño se hunde en nosotros como el Sol poniente. Mientras estamos despiertos, utilizamos todas nuestras facultades del alma, es invierno dentro de nosotros. De nuevo vemos un ritmo, como en la vida vegetal. En el crecimiento de las plantas distinguimos entre la actividad terrenal y la actividad del Sol. En el ser humano, encontramos esencialmente la misma actividad imitando a la planta; quedarse dormido: actividad de verano, despertar: actividad de invierno, y de nuevo: actividad de verano, actividad de invierno; pero en este caso, esto sucede en tan sólo veinticuatro horas. Los seres humanos han condensado un ritmo anual en un día y una noche. Ambos ritmos son similares pero no idénticos; para un ser humano la vida del alma y el espíritu no tienen la misma duración que la vida del espíritu en el ámbito de la naturaleza. Un año es sólo un día en la vida de los espíritus que impregnan el Cosmos y permean el curso del año, tal como el alma y el espíritu de los seres humanos dirigen el curso de su día. Al considerar esto, llegamos a esta hipótesis. Debo advertirle que lo que estoy a punto de decir puede parecer muy extraño, pero lo presento como una hipótesis para demostrar con mayor claridad mi intención. Supongamos que una mujer  duerme, y dentro de ella sucede lo que he descrito como actividad de verano. Supongamos que continúa durmiendo sin despertarse. ¿Qué pasará entonces? El elemento de la planta dentro de ella, el elemento que no es alma ni espíritu, se convertirá finalmente en el ritmo del reino de la planta. Pasaría de un ritmo diario a un ritmo anual. Por supuesto, tal ritmo no existe en el ser humano. Por lo tanto, si el cuerpo físico continuara durmiendo como se describe, la persona no podría tolerar el ritmo anual resultante y moriría; si el cuerpo humano fuera todo actividad de la planta, se organizaría de manera diferente. El cuerpo físico se separaría del alma y del espíritu, asumiría un ciclo anual y asumiría cualidades puramente vegetativas. Cuando vemos la muerte física, lo que conduce a la destrucción del cuerpo, vemos que al nacer desde el Cosmos, el ser humano pasó de un gran ciclo a un pequeño ciclo. Si un cuerpo humano está sólo y no puede animar al espíritu y al alma en sí mismo, es destruido, ya que no puede encontrar inmediatamente su lugar en el ritmo cósmico. Vemos entonces que si podemos desarrollar una facultad más delicada para la observación, podemos obtener una verdadera percepción de la esencia de la existencia humana. Esta es la razón por la que dije que aquellos que han entrado en el camino del conocimiento espiritual, aunque es posible que aún no hayan alcanzado la visión espiritual de forma independiente,  sentirán fuerzas que llevan a su percepción. Y estas son las fuerzas que actúan como mensajeros y mediadores de todos los espíritus que trabajan en el Cosmos. El espíritu es activo en el Cosmos donde encontramos a los seres que guían el ciclo de vida del año. Este es un nuevo reino para nosotros, pero cuando observamos a un ser humano podemos observar la presencia del alma y del espíritu en su vida, y aquí estamos en un terreno familiar. Por esta razón, siempre es más fácil ejercer una excelente facultad de percepción con respecto de las cualidades del alma y espíritu humanos que percibir la actividad del espíritu en el mundo. Cuando pensamos en la vida ordinaria, es como si el pensamiento, o la formación de imágenes mentales, se nos escapara continuamente. Cuando nos topamos con algo o sentimos algo con nuestros dedos, un trozo de seda o terciopelo por ejemplo, inmediatamente percibimos que nos hemos encontrado con ese objeto y podemos sentir su forma tocando su superficie. Sabemos entonces que nos hemos conectado con nuestro medio ambiente como seres humanos. Sin embargo, cuando pensamos, no parece que tocáramos los objetos que nos rodean de esta manera. Una vez que hemos pensado en algo y lo hemos hecho nuestro, podemos decir que lo hemos ‘aprendido’ o ‘captado.’. ¿Qué queremos decir con esto? Si los objetos externos son ajenos a nosotros, lo que generalmente es cierto para nuestro pensamiento, entonces no decimos que los hayamos captado. Si, por ejemplo, hay un trozo de tiza allí, y estoy parado aquí, moviendo mi mano como lo hago cuando hablo, no digo: “He agarrado la tiza.” Pero si realmente tomo la tiza con mi mano, entonces puedo decir: “La he agarrado.” En épocas anteriores, las personas comprendían lo que realmente era pensar y, a partir de ese conocimiento, las palabras y expresiones fluían en el lenguaje que expresaba la realidad mucho mejor de lo que creen los abstraccionistas modernos. Si hemos tenido una imagen mental de algo, decimos que lo hemos captado. Esto significa que hemos entrado en contacto con el objeto, que lo hemos “agarrado”.  Hoy en día ya no nos damos cuenta de que podemos tener un contacto íntimo con los objetos en nuestro entorno a través de las expresiones en nuestra actividad del pensar. Por ejemplo, hay una palabra en nuestro idioma hoy en día que oculta su propio significado de una manera muy hipócrita. Decimos ‘concepto’, “tengo un concepto”. La palabra ‘concebir’ (sostener o reunir) está en su interior. Tengo algo que he agarrado, o reunido en mí mismo. Ahora sólo tenemos la palabra; la experiencia vivencial ha salido de su significado. Ejemplos como estos en la vida cotidiana demuestran el objetivo y el propósito de los ejercicios descritos como métodos antroposóficos de investigación en mis libros ‘¿Cómo se adquiere el conocimiento de los mundos superiores? y en la última mitad de ‘La Ciencia Oculta. Un bosquejo’, entre otros. Consideremos los ejercicios en imágenes mentales. Ciertos pensamientos se mantienen en la mente para que la concentración en estos pensamientos pueda fortalecer la vida del alma. Estos ejercicios no se basan ni en la superstición ni simplemente en la fantasía, sino en un pensar claro y en una deliberación tan exacta como la utilizada para las matemáticas. Llevan a los seres humanos a desarrollar la capacidad de pensamiento de una manera mucho más vital y activa que la que se encuentra en el pensamiento abstracto de las personas de hoy en día. La gente de hoy está profundamente dominada por la abstracción. Cuando trabaja todo el día con sus brazos y piernas, siente la necesidad de descansar su fatiga, porque reconoce que su ser real ha estado moviendo activamente los brazos y las piernas. Lo que no comprende, sin embargo, es que al pensar, nuestro ser es igual de activo. La gente no puede ver que cuando piensa su ser emana activamente y se apodera de los objetos de su pensamiento; esto se debe a que no percibe al miembro suprasensible más bajo del ser humano, el cuerpo etérico, que vive dentro del cuerpo físico, al igual que el cuerpo físico vive dentro del mundo externo. El cuerpo etérico puede percibirse en el momento en que, al practicar los ejercicios que he mencionado, desarrollamos el ojo del alma y el oído del espíritu. Entonces, podemos ver cómo el pensar, que es principalmente una actividad del cuerpo etérico, es realmente un ‘agarrar’ espiritual, o un "tocar" espiritual, de los objetos que nos rodean. Una vez que hemos condensado y concentrado nuestro pensar por medio de los ejercicios mencionados, experimentamos el espíritu de tal manera que ya no tenemos este sentimiento abstracto que es tan frecuente hoy en día, esta creencia que los objetos están lejos de nosotros. Tenemos un verdadero sentido de ellos que surge de un pensar concentrado y practicado. Pensar también trae fatiga, y especialmente después de usar nuestro poder de pensar, necesitaremos dormir. La presencia de ideas materialistas no es el peor producto de la era de en que vivimos; los educadores también deben considerar otro aspecto. Como educadores, podemos sentirnos un tanto indiferentes a la cantidad de fatiga causada por las actividades de las personas; eventualmente, la gente vuelve a su juicio, y las cosas se igualan. Pero lo peor para un educador es ver a un niño pasar por años de escolaridad y recibir para su alma únicamente el alimento que lleva el sello de la ciencia natural, es decir, de las cosas materiales. Por supuesto, esto no se aplica solamente a las clases de ciencias; toda la educación actual, incluso en los grados más bajos, se basa en el pensamiento científico. Esto es absorbido por los niños, crece con ellos y penetra en toda la organización física, de modo que en años posteriores aparece como insomnio. ¿Cuál es la causa del insomnio de nuestro tiempo materialista? Se debe al hecho de que si pensamos sólo de una manera materialista, la actividad del pensar, la ‘comprensión’ o ‘manejo’ de nuestro medio ambiente a través del pensar, no permite que los órganos correspondientes del cuerpo etérico se cansen ya que se ha vuelto demasiado abstracto. Aquí, sólo el cuerpo físico se cansa; nos quedamos dormidos, el cuerpo físico duerme, pero el etérico se pone nervioso e inquieto y no puede descansar. Hace que el alma y el espíritu regresen a él, y esta condición necesariamente desarrollará gradualmente una epidemia de insomnio. Ya está sucediendo hoy en día. Sólo considerando tales asuntos, podemos entender lo que significa este tiempo materialista. Ya es bastante malo que la gente tenga pensamientos materialistas, teóricos; pero en sí, esto no es realmente tan serio. Es aún peor que experimentemos los efectos del materialismo en nuestra vida moral y en nuestra vida económica. Y lo peor es que a través del materialismo toda la infancia es afectada, al el punto de que las personas ya no pueden aceptar los impulsos morales o espirituales. Esta situación debe ser reconocida por todos los que admiten la necesidad de transformar la enseñanza y la educación. Las transiciones que hemos mencionado, como la muda de los dientes y otras en la pubertad, sólo pueden entenderse a través de la observación íntima del ser humano. Debemos comprender como observar la actividad interna del individuo, para que se pueda experimentar lo etérico tal como se siente el cuerpo físico; debemos reconocer que cuando pensamos en cualquier objeto, realmente estámos haciendo en lo etérico lo que hacemos de otra manera en el cuerpo físico. Si queremos saber cómo es un objeto, lo sentimos, nos ponemos en contacto con él y así obtenemos un conocimiento de su superficie. Esto lo puedo aplicar a mi cuerpo etérico también. ‘Siento’ etérea y suprasensiblemente el objeto que quiero ‘agarrar,’ lo que deseo conceptualizar. El cuerpo etérico es tan activo como el cuerpo físico, y el conocimiento correcto del desarrollo humano sólo puede provenir de este conocimiento y conciencia de la actividad del cuerpo etérico. Si podemos activar el pensar de esta manera y, con este pensar activo interiormente, observar a un niño muy pequeño, veremos cómo cada acción realizada en su entorno y cada mirada que expresa un impulso moral, porque la calidad moral de una mirada contiene algo que pasa al niño como una fuerza imponderable, fluye directamente hacia él y continúa trabajando en la respiración y la circulación de la sangre. La afirmación más clara y concreta a la que podemos llegar con respecto a un niño es la siguiente: “Un niño es un ser imitativo en su totalidad”. La forma en que un niño respira o digiere refleja las acciones de los que le rodean, en los procesos más delicados e íntimos de respirar o digerir. ¡Los niños están completamente entregados a su entorno! En los adultos, el único paralelo a tal devoción se encuentra en la religión expresada a través del alma y el espíritu humanos. La religión se expresa en la entrega espiritual al Universo. La vida religiosa se desarrolla correctamente cuando, con nuestro propio espíritu, vamos más allá de nosotros mismos y nos entregamos a una cosmovisión espiritual, debemos fluir hacia una cosmovisión divina. La vida religiosa adulta depende de la capacidad de liberar el alma y el espíritu del cuerpo físico, esto sucede cuando el alma y el espíritu de una persona se entregan al espíritu divino del mundo. ¡Los niños entregan todo su ser al medio ambiente! En los adultos, las actividades de respirar, digerir y las circulatorias están incorporadas, aisladas del mundo externo. En los niños, todas estas actividades aún se entregan a su entorno, y por lo tanto son religiosas por naturaleza. Esta es la característica esencial de la vida de un niño entre el nacimiento y el cambio de dientes; todo el ser está impregnado de un elemento religioso natural, e incluso el cuerpo físico mantiene un estado de ánimo religioso. Pero los niños no están rodeados sólo de fuerzas benéficas que inspiran la devoción religiosa en su vida posterior. También hay fuerzas espirituales que son dañinas, que provienen de personas que rodean al niño y de otras fuerzas espirituales en el mundo. El elemento religioso natural en el cuerpo físico del niño puede estar expuesto también al mal en el ambiente, los niños pueden encontrar fuerzas malignas en su entorno. Y cuando digo que incluso el cuerpo físico de un niño pequeño tiene una cualidad religiosa, no quiero decir que los niños no puedan ser pequeños demonios. Muchos niños son pequeños demonios porque han estado abiertos a las fuerzas espirituales malignas que los rodean. Nuestra tarea es superar y eliminar tales fuerzas mediante la aplicación de métodos adecuados a nuestro tiempo. Mientras un niño sea un ser religioso imitativo, las advertencias y admoniciones no hacen ningún bien. Sólo se puede prestar atención a las palabras cuando el alma está emancipada en cierta medida, cuando su atención puede ser autodirigida. Palabras de desaprobación nos pueden ayudar a lidiar con un niño pequeño. Pero lo que nosotros mismos hacemos en presencia del niño ayuda, porque cuando el niño nos observa, fluye directamente y se convierte en percepción sensorial. Nuestras acciones entonces, deben contener una cualidad moral. Si un hombre ciego al color mira una superficie coloreada, es posible que sólo vea gris. Un adulto que observa las acciones de otra persona de esta misma manera, verá sólamente la velocidad y el flujo de los gestos. Vemos las cualidades físicas pero ya no vemos las cualidades morales de las acciones del individuo. El niño, por otro lado, puede ver el elemento moral, aunque sólo sea inconscientemente, y debemos asegurarnos de que mientras estamos en su presencia, no sólo nunca actuemos de una manera que no deba ser imitada, sino que nunca pensemos en pensamientos que no deben entrar en sus almas. Tal educación de los pensamientos es muy importante durante los primeros siete años de vida, y no debemos permitirnos tener pensamientos impuros, feos o enojados cuando estamos en compañía de niños pequeños. Pueden decir: “Pero puedo pensar lo que me gusta sin alterar mis acciones externas en lo más mínimo; así que el niño no ve nada y no puede ser influenciado por lo que no se puede ver.” Aquí es interesante considerar aquellos espectáculos muy peculiares y bastante estúpidos que se dieron con los llamados caballos pensantes: caballos que podían contar y otros animales que actuaban. Trucos que demostraban ‘inteligencia.’ Estas cosas eran interesantes, aunque no de la forma en que la mayoría de la gente creía. Una vez vi a los caballos de Elberfeld. (Quiero hablar sólo de mi propia observación). Vi el caballo que pertenecía a Von Osten, y pude ver cómo daba respuestas a su amo. Von Osten le ofreció problemas aritméticos, no es muy complicado, es cierto, pero lo es suficientemente para un caballo. El caballo tenía que sumar y restar y daría las respuestas correctas golpeando con su casco. Ahora pueden ver esto desde la perspectiva de un científico moderno, por ejemplo, el profesor que escribió un libro completo sobre el caballo, o pueden verlo desde el punto de vista antroposófico. El profesor comenzó repudiando todas las opiniones no profesionales sobre el tema. (Por favor, no piensen que pretendo decir nada en contra de las ciencias naturales, porque soy muy consciente de su valor). Al final, el profesor concluyó que el caballo podía percibir movimientos muy delicados hechos por el hombre: una ligera contracción del párpado, las vibraciones más delicadas de ciertos músculos, etcétera. De esto, el caballo eventualmente aprendió qué respuestas correspondían a ciertas vibraciones, y podía dar el número requerido de golpes con su casco. Esta hipótesis es muy ingeniosa e inteligente. Luego llega la pregunta inevitable de si estas cosas realmente se han observado. Él mismo se hace esta pregunta, ya que las personas están aprendiendo a ser muy conscientes en sus investigaciones. Él responde, sin embargo, diciendo que los sentidos humanos no están organizados de manera que puedan percibir movimientos finos y vibraciones tan finas, pero que un caballo si puede percibirlos. De hecho, ¡Todo lo que se termina probando es que un caballo puede ver más en una persona que un profesor! Pero desde mi punto de vista, había algo más importante: el caballo podía dar las respuestas correctas sólo cuando Von Osten estaba a su lado y hablaba. Mientras hablaba, iba tomando terrones de azúcar y poniéndolos en la boca del caballo. El caballo estaba impregnado de un sabor dulce todo el tiempo. Esto es lo importante; el caballo se sentía impregnado de dulzura. En tal condición, incluso un caballo puede experimentar cosas que de otra manera no serían posibles. De hecho, lo diría de esta manera: el propio Von Osten vivía constantemente en el ‘caballo endulzado,’ el caballo etérico que había impregnado al caballo físico. Sus pensamientos estaban vivos y difundidos allí, tal como estaban en su propio cuerpo; sus pensamientos vivían en el caballo. No es que un caballo tenga una percepción más fina que un profesor, sino que aún no está tan organizado y, por lo tanto, es más susceptible a las influencias externas, mientras su cuerpo físico esté absorbiendo dulzura. Existen influencias que pueden transmitirse de una persona a otra, provocadas por algo casi imperceptible para los seres humanos contemporáneos. Este "algo" ocurre en las interacciones entre la humanidad y los animales, y también ocurre a menudo cuando el alma y el espíritu aún no están libres del cuerpo físico, es decir, durante la primera infancia. Los niños pequeños pueden realmente percibir la moralidad detrás de cada mirada y gesto de quienes los rodean, aunque esto ya no sea posible para los mayores. Es entonces profundamente importante que nunca nos permitamos tener pensamientos feos acerca de los niños; esto no sólo afecta sus almas, sino que también su cuerpo físico. No hay duda de que se está logrando mucho en estos días, en muchas disertaciones médicas o de otro tipo, que reflejan el estado actual del conocimiento científico. Pero llegará un momento en el que habrá algo muy nuevo en esta área. Déjenme darles un ejemplo específico para demostrar lo que quiero decir. Llegará un momento en que un estudioso pueda escribir una tesis doctoral que demuestre que una enfermedad, tal vez se presente a los cuarenta y ocho años de la vida de un individuo, pero pueda ser rastreada hasta reconocer ciertos pensamientos malvados en el entorno del mismo en su niñez, a la edad de cuatro o cinco años. Esta forma de pensar nos puede llevar a una comprensión genuina de los seres humanos y la capacidad de ver la totalidad de su vida. Tenemos que aprender gradualmente que no es tanto una cuestión de inventar a partir de nuestros propios pensamientos abstractos todo tipo de cosas para que los niños pequeños las hagan, como usar varillas, etcétera. ¡Los niños no hacen espontáneamente cosas así! Sus fuerzas anímicas deben ser despertadas, y luego imitarán lo que hacen los adultos. Un niño juega con una muñeca porque ve a su madre amamantar al bebé. Todo lo que el adulto hace se vuelve presente en los niños por su tendencia a imitar. Esta tendencia debe considerarse al educar niños  de hasta siete años. Debemos tener en cuenta que lo que el niño absorbe es sujeto a cambios en su organismo; los niños, hacen todo de una manera más viva y animada que los adultos, porque siguen siendo una unidad de cuerpo, alma y espíritu. En los adultos, el cuerpo ha sido liberado del alma y el espíritu, y el alma y el espíritu del cuerpo. Cuerpo, alma y espíritu existen en el adulto como entidades individuales mientras en el niño están firmemente unidos. Esta unidad penetra incluso en el pensar. Podemos comprender estas cosas muy claramente a través de un ejemplo. Un niño pequeño recibe una muñeca considerada ‘hermosa’: una criatura pintada con ojos de vidrio, hecha para parecerse exactamente a un ser humano. Estos pequeños horrores están fabricados para abrir y cerrar los ojos y hacer todo tipo de cosas reproduciendo las que comúnmente hace un ser humano, y se presentan a los niños como muñecas ‘hermosas.’ Incluso desde una perspectiva artística son horribles; pero no voy a ampliar esto ahora. Consideremos lo que realmente sucede a un niño que recibe una muñeca de este tipo, una muñeca que puede abrir y cerrar sus ojos y demás. Al principio el niño la amará porque es una novedad, pero esto no dura. Comparen eso con lo que recibe un niño si tomo un pedazo de trapo y hago una muñeca con eso. Hago un nudo para la cabeza, hago dos puntos para los ojos y, quizás, una gran nariz, y ahí la tienen. Denle eso a un niño y el resto de esa muñeca será llenado por la imaginación en alma y espíritu, que están tan estrechamente relacionados con el cuerpo en la infancia. Luego, cada vez que el niño juega con la muñeca, sucede un despertar interno que permanece activo y vivo. Al realizar estos experimentos por ustedes mismos, verán la diferencia que hay entre darle juguetes a un niño que dejan tanto como sea posible al poder de la imaginación y darle juguetes terminados que no dejan nada para su propia actividad interior. El trabajo manual para niños pequeños no contiene indicaciones, necesitamos dejarlos libre para que lo lleven a cabo con la imaginación. Trabajar formas definidas, muy parecidas a la realidad, no despierta ninguna actividad interna en el niño, porque la imaginación no puede superar lo que está expuesto a los sentidos. Esto nos muestra qué tipo de maestros y educadores debemos ser si realmente queremos acercarnos a los niños de la manera correcta. Necesitamos un arte de la enseñanza basado en el conocimiento de los seres humanos, el conocimiento del niño. Este arte de la educación surgirá cuando encontremos una tesis de un médico que trabaje con un caso de diabetes a la edad de cuarenta años y que pueda rastrear la enfermedad hasta los efectos dañinos del juego equivocado a los tres o cuatro años. La gente verá entonces lo que queremos decir al afirmar que el ser humano consiste de cuerpo, alma y espíritu, y que en el niño, cuerpo, alma y espíritu aún son una unidad. El alma y el espíritu se liberan más tarde del cuerpo, y se conforma una trinidad. En el adulto, el cuerpo, el alma y el espíritu se separan, por así decirlo, y sólo el cuerpo retiene lo que fue absorbido por el individuo durante el desarrollo temprano como semilla para la vida posterior. Ahora esto es lo extraño: cuando una experiencia afecta al alma, sus consecuencias son inmediatamente visibles, incluso cuando la experiencia fue inconsciente; las consecuencias físicas, sin embargo, tardan siete u ocho veces más en manifestarse. Si educamos a un niño de tres o cuatro años influyendo sobre su vida animica, el efecto de este trabajo aparecerá a sus ocho años, y generalmente tendemos a tener cuidado de evitar hacer algo que pueda afectar la vida anímica de un niño de una manera poco saludable durante sus primeros ocho o nueve años de vida. Los efectos en el cuerpo físico tardan mucho más en manifestarse, porque el cuerpo físico debe liberarse del alma y del espíritu. Por lo tanto, algo que influye en la vida del alma a los cuatro o cinco años puede llegar a buen término en el cuerpo físico cuando esa persona tenga siete u ocho veces más edad, a los treinta y cinco años, por ejemplo. Una persona puede desarrollar una enfermedad a finales de los treinta o principios de los cuarenta años causada por malas influencias que afectaron a su alma mientras jugaba como un niño de tres o cuatro años. Si desean comprender a todo el ser humano, también deben darse cuenta de que la liberación del cuerpo, del alma y el espíritu en el adulto, en oposición a la unidad de cuerpo, alma y espíritu en un niño, no es simplemente una teoría abstracta, sino que se trata de un conocimiento muy específico, ya que estamos hablando de períodos temporales muy diferentes. El tiempo que el cuerpo requiere para resolver algo se alarga cada vez más en comparación con el tiempo que necesita el alma. El cuerpo físico funciona más lentamente y las influencias dañinas se manifiestan mucho más tarde que en el alma. Por lo tanto, a menudo vemos que cuando saturamos a un niño pequeño en los primeros años, muchas cosas salen mal en la vida del alma del adolescente. Esto puede ser corregido. No es muy difícil encontrar formas de ayudar a niños aparentemente inmanejables durante su adolescencia. Incluso pueden convertirse en ciudadanos buenos y respetables, aunque algo aburridos, más adelante, pero esto no es muy grave. El cuerpo se desarrolla más y más lentamente a medida que avanza la vida, y al final, mucho después de que se hayan superado todas las dificultades del alma en la juventud temprana, surgirán gradualmente los efectos físicos, y en la vida posterior la persona tendrá que lidiar con artritis o alguna otra enfermedad. ¡El conocimiento real y experiencial del ser humano es de máxima importancia! El verdadero conocimiento concreto del ser humano, con el poder de comprender al individuo, es la única base posible para un verdadero arte de la educación, un arte de la educación por el cual cada uno puede encontrar su lugar en la vida y, sujetas a las leyes de sus propios destinos, desarrollar plenamente todos sus poderes. La educación nunca debe funcionar contra el destino del ser humano, sino que debe ayudar al individuo a lograr el máximo desarrollo posible de sus propias predisposiciones. A menudo, hoy en día, la educación está muy por detrás de los talentos y tendencias que el destino impone a cada uno de nosotros. Debemos mantener el ritmo de estas fuerzas en la medida en que los seres humanos a nuestro cuidado puedan lograr todo lo que sus destinos les permitan: la claridad del pensamiento, la profundización de sentimientos más amorosa y la mayor energía y capacidad de voluntad posibles. Esto se puede lograr sólo a través de un arte de la educación y la enseñanza basado en un conocimiento real del ser humano. Hablaremos más de esto en las próximas conferencias.

LA PEDAGOGÍA ANTROPOSÓFICA Y SUS CONDICIONES PREVIAS

Rudolf Steiner

GA 309

Conferencia III

EL CAMBIO DE DIENTES

Berna, 15-04-1924

En las conferencias anteriores he hablado repetidamente de lo importante que es que los maestros centren su atención en particular en los cambios drásticos o metamórficos que ocurren durante la vida de un niño, por ejemplo el cambio de dientes y la pubertad. No hemos desarrollado completamente nuestra observación de tales cambios, porque estamos acostumbrados a notar sólo las expresiones externas más obvias de la naturaleza humana de acuerdo con las llamadas leyes naturales. Sin embargo, lo que preocupa al maestro surge en realidad del centro más profundo del ser del niño, y lo que puede hacer por él afecta su naturaleza interna. En consecuencia, debemos prestar especial atención al hecho de que, por ejemplo, en este cambio de dientes significativo, el alma misma pasa por una transformación.

Examinemos un único aspecto de esta vida del alma: la memoria o la capacidad de recordar. La memoria del niño es muy diferente antes y después del cambio de dientes. Las transiciones y desarrollos en la vida humana ocurren de manera lenta y gradual, por lo que hablar del cambio de dientes como un evento fijo único en el tiempo es sólo un aproximación. Sin embargo, este punto en el tiempo se manifiesta en medio del desarrollo del niño, y debemos considerar muy intensamente lo que ocurre en ese momento.

Cuando observamos a un niño muy pequeño, encontramos que la capacidad de recordar tiene la calidad de un hábito del alma. Cuando un niño recuerda algo durante ese primer período de la vida hasta el cambio de dientes, tal recuerdo es una especie de hábito o habilidad.  Podríamos decir que cuando un niño obtiene un cierto logro, escribir por ejemplo, surge en gran parte de una cierta flexibilidad de su constitución física, una flexibilidad que ha adquirido gradualmente. Cuando vemos a un niño pequeño lograr algo, hemos encontrado una buena imagen del concepto de hábito. Un niño descubre gradualmente cómo mover las extremidades de esta o aquella manera, y esto se convierte en hábito y habilidad. A partir de las acciones imitativas infantiles, el alma desarrolla destreza, y la impregna en organizaciones más delicadas y finas del cuerpo. El niño imitará algo un día, luego volverá a hacer lo mismo al día siguiente y al siguiente; esta actividad se realiza de manera externa, pero también, y de manera importante, dentro de las partes más internas del cuerpo físico. Esto forma la base para la memoria en los primeros años.

Después del cambio de dientes, la memoria es muy diferente, porque para entonces el alma y el espíritu se liberan del cuerpo físico, y puede surgir el contenido de la imagen relacionada con lo que se experimentó en el alma,la formación de imágenes no relacionadas a la naturaleza corporal. Cada vez que nos encontramos con la misma cosa o proceso, ya sea debido a algo externo o interno, recordamos la misma imagen. El niño pequeño aún no produce estas imágenes internas. Ninguna imagen emerge en él al recordar algo. Cuando un niño mayor tiene un pensamiento o una idea sobre alguna experiencia pasada, surge nuevamente como un pensamiento recordado, un pensamiento ‘creado hacia adentro.’ Antes de los siete años de edad, los niños viven desde sus hábitos, y no se visualizan internamente de esta manera. Esto es significativo para toda la vida humana después del cambio de dientes.

Cuando observemos el desarrollo humano a través del tipo de visión interna que he mencionado,con los ojos y oídos del alma, veremos que los seres humanos no consisten sólo de un cuerpo físico visible a los ojos y que se puede tocar con las manos. También hay miembros suprasensibles en este ser. Ya he señalado al primer ser humano suprasensible que vive dentro del cuerpo físico, el ser humano etérico. También hay un tercer miembro de la naturaleza humana. No se dejen llevar por los nombres; después de todo, necesitamos tener alguna terminología. Este tercer miembro es el cuerpo astral, y desarrolla la capacidad de sentir.

Las plantas tienen un cuerpo etérico; los animales tienen un cuerpo astral en común con los humanos, tienen sentimientos y sensaciones. El ser humano existe para coronar la creación terrenal, y tiene un cuarto miembro más: el Yo. Estos cuatros miembros son completamente diferentes entre sí, aunque interactúan entre sí, y generalmente no se distinguen por observación ordinaria; el observador ordinario nunca ve lo suficientemente profundo como para reconocer las manifestaciones de la naturaleza humana en el cuerpo etérico, el cuerpo astral o el Yo. Sin embargo, realmente no podemos aspirar a enseñar y educar sin tener este conocimiento. Dudo en decir esto porque puede considerarse fantástico y absurdo en el ámbito más amplio de la sociedad moderna. Sin embargo, es la verdad, un conocimiento parcial del ser humano no será suficiente.

La forma en que el ser humano trabaja a través del cuerpo etérico, el cuerpo astral y el Yo es única y significativa para los educadores. Como saben, estamos acostumbrados a aprender sobre el cuerpo físico observándolo, vivo o muerto, y utilizando el intelecto conectado con el cerebro para dilucidar lo que hemos percibido a través de los sentidos. Sin embargo, este tipo de observación por si sola nunca revelará nada de los miembros superiores de la naturaleza humana. Son inaccesibles a los métodos de observación basados únicamente en la percepción sensorial y la actividad intelectual. Si pensamos en términos de leyes naturales nunca entenderemos el cuerpo etérico. Por lo tanto, se deben introducir nuevos métodos en los colegios y universidades.

La observación a través de los sentidos y el trabajo intelectual nos permiten observar sólo el cuerpo físico. Se necesita un entrenamiento muy diferente para permitir que una persona perciba, por ejemplo, cómo se manifiesta el cuerpo etérico en el ser humano. Esto es realmente necesario, no sólo para los maestros de todas las asignaturas, sino más aún para los médicos.

Primero, debemos aprender a esculpir y trabajar con arcilla, como un escultor, modelando formas desde el exterior, creando formas a partir de nuestros propios principios internos y guiados por el desarrollo de nuestra propia naturaleza humana. La forma de un músculo o hueso nunca podrá ser comprendida por los métodos de la anatomía y fisiología contemporáneas. Sólo una genuina comprensión de la forma revela un entendimiento verdadero del cuerpo humano. Pero cuando decimos tales cosas, inmediatamente seremos considerados un tanto locos. Copérnico fue considerado un poco loco en su tiempo; ¡Incluso en 1828, algunos líderes de la Iglesia consideraron locas sus teorías y negaron a los fieles la creencia en ellas!

Ahora veamos, el cuerpo físico está cargado de masa y sujeto a las leyes de la gravedad, mientras el cuerpo etérico no lo está, por el contrario, siempre e